sábado, 5 de junio de 2010

PALABRAS AL VIENTO



¿Cuántos son los que andan entre los vericuetos de estas calles casi muertas? ¿Cuántos son los que se levantan contra el exterminio del mundo todas las mañanas? De cualquier manera, ¿sirve de algo contar? Sumar como ganado, como cajas de fruta, como números de una larga lista que no dicen nada pero… dicen todo.
Camino por la orilla de la playa y los veo, la espuma parece un látigo si me detengo a escuchar el sonido del agua rabiosa. Los espero… mi esperanza se rompe con la última ola cuando vuelvo sobre mis pasos porque en el rumor del viento alguien me llama. Sí, alguien que son muchos, que son miles y se transforman en gaviotas, en espejos de agua quedándose en la arena para siempre. No cierro los ojos y entonces, los veo. La tarde acude sobre mí como un abrazo materno, siento el frío, me pesa una angustia irremediable de no hacer nada, nada más que escribir. Entonces los veo. Rodolfo Walsh en su inquebrantable fusil de tinta, escribe sin levantar la vista ni una sola vez, escribe y escribe sobre fantasmas y banderas plagiadas por infames que pretenden tomar aquellos lugares. Paco sueña el amor y escribe la militancia sobre hojas teñidas de sangre adulterada. Raymundo lo ve todo, sus ojos firmes penetran el silencio, arrancan con su cámara la imagen a una censura que no puede, sigue filmando, no se detiene y el mar, a mi sombra, revuelve la caída de la tarde. Víctor Jara canta como un pájaro, nocturno y maravillado de versos que nos hacen victoriosos. Pablo, a su lado, conmueve el silencio con versos de un amor que regresa como Ernesto a Bolivia, sin caer, sin ser fusilado. Los veo, ahora Ernesto vuelve a Cuba y es la noche que me alcanza volviendo a la rutina de la ciudad. A lo lejos, una cruz en una villa y la mano que acaricia el dolor de la pobreza es del padre Carlos. Todos están en el mismo universo, casi perfecto. Yo camino despacio porque no quiero dejar de verlos. De la universidad destilan cantos, pasos, risas, palabras y silencios. Silvia, Dolores, Laura, Roberto… sus voces, las voces de los miles que no apaga el viento, este viento que me sigue y yo camino tan despacio porque no quiero dejar de verlos. Robi está mirando fijamente un punto (en)la pared vacía, la reunión se hace larga y él está pensando, entre los barrotes, el camino hacia la libertad. La noche cae abruptamente sobre mis hombros. Elijo creer que no se han ido, que los sigo viendo, que vienen otros, que nos están esperando.
Detrás de mí, el mar se desborda, de a ratos se oye una ola más feroz. Detrás de mí, una sombra cubre la arena. 

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