miércoles, 16 de junio de 2010

Bombas en la Plaza: el Golpe a Perón 1955

Como mis compañeros de Blog no leen este tipo de cosas o si lo hacen no lo admiten voy a permitirme postear un fragmente de un libro recién salido del horno que se llama El otro Bicentenario. 200 Hechos que no hicieron Patria, de los periodistas Gustavo NG, Néstor Restivo y Camilo Sánchez.

Así que en este nuevo 16 de junio seguramente menos frío va el homenaje, ¡qué tanto!

El capitán de navío Paco Manrique, futuro político y defensor de jubilados, no lograba sublevar la Base Naval de Puerto Belgrano, pero otros militares sí consiguieron adhesión y salieron a matar a Perón. Al mediodía cayeron sobre Plaza de Mayo 14 toneladas de explosivos. Aquel frío 16 de junio de 1955 el "Pocho" no murió, sí unos trescientos transeúntes civiles y algunos soldados. Quedaron también cientos de mutilados. El peronismo había llegado a lograr para los obreros 53% del ingreso nacional, los empresarios no querían ceder más, la Iglesia estaba alterada por la Ley de Divorcio y la eliminación de la obligatoriedad de enseñanza religiosa en las escuelas y tampoco las potencias extranjeras simpatizaban con el gobierno elegido por 64% de los argentinos y, por primera vez, las argentinas.


El 11 de junio, día de Corpus Christi, una multitud había protestado; curiosamente, los partidos de izquierda iban cerca de la cruz. el 16, cientos de militares se levantaron, entre ellos un capitán de fragata responsable de miles de asesinatos años después y un teniente que habría de especializarse en autoistas: Emilio Massera y Osvaldo Cacciatore. También civiles como el radical Miguel Ángel Zavala Ortiz, futuro canciller. Fracasada su misión, fugaron a Montevideo y allí los recibió el teniente Guillermo Suárez Mason, otro futuro asesino, entonces asilado en Uruguay. Dijo Clarín: "Las palabras no alcanza a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que provocaron en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviadores sediciosos que ayer bombardearon y ametrallaron la ciudad".

Perón llamó a la calma pero el 31 de agosto ofreció su dimisión y la CGT se la rechazó con una masiva concentración en la Plaza de Mayo. Allí el General cambió el tono: "Por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de ellos".

Dos décadas más tarde, miles de muchachos peronistas corearían: "¡Cinco por uno,/no va a quedar ninguno".

Por la noche del 16, mientras sonaban las últimas metrallas contra el Departamento de Policía y la Plaza de Mayo, grupos peronistas incendiaron casi todas las iglesias del microcentro. Una corte militar (la primera vez que ocurría) condenó a dos oficiales por la masacre: al contraalmirante Samuel Toranzo Calderón y al capitán de corbeta Fernando Suáres Rodríguez. Los liberaría poco después, hacindo honor a su nombre, la "Libertadora". Recibieron, de yapa, bonitos destinos diplomáticos. (pp. 137-138)

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