Después de todos estos largos días de tu encierro, me animé a escucharte... querido Gustavo, esta vez es diferente y de tan diferente me llevó a mi niñez de una forma casi indescriptible. Digo casi, porque podría dibujarlo con el color de tu voz pintándome ese cuadro magnífico y deslumbrante para mis siete años: "me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas, sabrás ocultarme bien y desaparecer".
Podría resignificar cada canción que fue creciendo conmigo, todas las veces que me dije: "esto lo escribió para mí", con ese egoísmo inocente que nos hace poderosos a los admiradores. "Turbante noche, sigo despierto y sé que el diablo frecuenta soledades..." ¿Será que estás sumergido en el agua sólo un instante y todo volverá a ser como fue? ¿Será que tu Buenos Aires humedad llueve para despertarte?
Quiero creer que la energía se expande, que las estrellas pueden cubrirlo todo, que un pedazo de nuestra luz puede entrar a buscarte. ¿Será el poder de nuestra fe que no para de crecer?
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