lunes, 5 de julio de 2010

Podría haber sido un cuento de Dolina pero fue el New York Times

Para alguien como yo que se precia de disfrutar del fútbol (aunque casi de todo deporte), de apasionarse con cada jugada y con cada posibilidad, toda derrota es lamentable y lleva su tiempo asimilarla. Sin embargo, hay derrotas y derrotas, y la del sábado ante Alemania (aunque abultada en su marcador) supo amarga no por ese motivo, sino por lo que se estaba jugando fuera de la cancha, por aquellos que hacían fuerza para que la Selección perdiera nada más que para ver caer de nuevo a Maradona y poder pegarle de paso al gobierno (porque ya se sabe que toda desgracia en cualquier rincón de este planeta la culpa es del gobierno kirchnerista).

Admito, y para los que me conocen no es novedad, que seré la única persona sobre la faz de la Tierra que considera que Messi no es Maradona y no lo será nunca porque no tiene pasión (sí, me pueden putear, total es gratis y soy mujer). Pero seamos francos, ya que es de madrugada, es triste tener al mejor jugador del mundo y que nadie se entere.

Saldada esa cuestión, de nuevo vuelvo a sentir lo que venía diciendo algunos posteos atrás, aunque con respecto a cosas más serias (el fútbol es serio, eso lo sabemos todos pero al lado de crímenes de lesa humanidad... bueno, no tanto): algo está cambiando en nuestra manera de ver las cosas. No sé si para mejor o para peor, pero está cambiando. El gran pueblo argentino que palpó la entrega de sus ídolos entendió que esta historia merecía un final feliz y por eso fue a buscar a los muchachos a Ezeiza . Por esa razón quiere que Diego se quede, porque tiene memoria y recuerda lo que era la albiceleste hace unos meses atrás: casi un rejuntado de solteros y casados sin alma y sin ambiciones.

Cualquiera habría esperado lo que la policía esperaba: miles de personas reunidas para abuchear a los perdedores. En cambio nada de eso ocurrió.Y hasta los jugadores lloraron sorprendidos por el recibimiento de su gente. ¿Será que estamos entendiendo que a veces se gana o se pierde pero lo que importa no es competir, sino lo que entregamos en esa competición?

Quizá un ángel de alas mugrientas, a pesar de todo, esté repartiendo sueños más allá de los límites del Barrio de Flores y la historia no haya hecho más que empezar. El 2011 está cerca y la Jabulani gracias a dios, muy lejos.

Ah, me olvidaba, la nota que acompaña esta reflexión es mi versión en español del texto del New York Times.

Sobre Fútbol

Apostando por el fuerte de su equipo —el ataque— Diego Maradona ha conducido a Argentina a cuartos de final contra Alemania, a pesar de su falta de experiencia como técnico.

Por ROB HUGHES
Publicado el 2 de julio de 2010
JOHANESBURGO

Querido Diego: llegó la hora de que los críticos digamos perdón y gracias.

Juzgamos mal tu nombramiento como entrenador. Creíamos que Julio Grondona, el presidente de la Federación Argentina de Fútbol de 78 años, había perdido todo el sentido de la razón requiriendo, a un desdibujado icono sin medallas como técnico, para poner en relieve a un equipo nacional quebrado y conducirlo a través de esta Copa Mundial.

Bueno, ya hemos hablado bastante de la llamada experiencia.
Sea lo que sea que pase entre Argentina y Alemania en Cape Town el sábado, tu equipo ha sido la alegría de este torneo.

Has revigorizado una era demasiado cauta en este deporte. Tus jugadores —Lionel Messi, por supuesto y Carlos Tévez, Gonzalo Higuaín y otros— han desvanecido la inhibición

El talento es obvio, incluso para nosotros que fallamos sabiéndolo todo. El grupo de jugadores que heredaste estaba claramente desbalanceado. Tenés más delanteros de los que necesitás y muy pocos defensores de verdadera calidad.

Aún así, los más certificados entrenadores propondrían lo que Brasil hizo durante el curso del torneo —defender con gran cantidad de hombres y atacar sólo esporádicamente.

Pero Maradona no es así. Liberaste al equipo, consciente de sus fortalezas, ataque, ataque, ataque.

Y cuando le diste licencia la manera en que lo hiciste con Messi, Tévez y compañía, también nos liberaste. 

Cuando tu equipo hace trizas la precaución de los oponentes nos sentimos como chicos que quieren ser todos atacantes.

Tus saltos junto a la línea lo personifican.

No nos dejamos engañar, Diego, por el traje gris y los zapatos lustrados. Vemos a través del atuendo formal a un hombre reviviendo su juventud, a un hombre de 49 años que fue un genio desenfadado en 1986. Un hombre que fue a Alemania para la última Copa Mundial vestido con una camiseta, animado desde la tribuna.

Ese entusiasmo nos recuerda que el fútbol es un juego sencillo. Tu equipo tiene una habilidad superior atacando, por lo tanto hay que dejar que juegue con su naturaleza.

Suena, y se ve, tan obvio. Alemania representa un verdadero desafío, en especial para tu defensa. Aunque no estamos seguros de si te preocupás por alguna oposición. Cuanto más avanza tu equipo, más te acercás a despojar el mito y la mística de que conducir un equipo es una ciencia y que un director sólo puede tener éxito a través de años de estudio de un manual.

No te imagino leyendo ningún libro sobre cómo ser exitoso en tu juego. Habiendo estado en las calles de Villa Fiorito, el barrio pobre en el que creciste en las afueras de Buenos Aires, puedo entender que los libros son ridículos para vos.

Un manual escrito para marginados bajo ninguna circunstancia podría haberte sacado de ese lugar empobrecido, pero de alguna manera feliz. Tus destrezas lo hicieron. E incluso los ingleses que maldicen el gol de la Mano de Dios que metiste durante la Copa del Mundo de 1986, tienen que reconocer el genio con el que superaste a seis hombres para marcar un segundo gol en ese partido —el Gol del Siglo.

Genio, jugando con tus propias reglas.

A pesar de eso, cuando Grondona, el presidente de la Federación Argentina de Fútbol, antes de que nadie hubiera siquiera oído de Maradona, recurrió a vos como entrenador, todos quedamos dando vueltas.
¿Cómo podía funcionar? ¿Cómo podía un jugador que se había quemado por completo con drogas, alcohol y con una aparente imposibilidad de hacer frente a la vida más allá del silbato final, ser la guía y el mentor para jugadores que parecían perdidos y desilusionados por su propia federación nacional?

Los mejores críticos, hombres que habían llevado a Argentina a sus dos Copas Mundiales, temían por su país y por vos.

Muchos estuvieron de acuerdo con Daniel Arcucci, un columnista de La Nación, que escribió el año pasado, “Quizá Maradona está arriesgando demasiado, como siempre en su vida —incluso su status de mito.”
Arcucci no estaba solo en ese temor. Ninguno de nosotros imaginó lo que estamos viendo ahora.
La historia está marchando contra tu equipo hasta el final.

Lo sabés, pero probablemente no te preocupe, ya que sólo dos hombres han ganado la Copa Mundial como jugador y técnico. Mário Zagallo jugando para Brasil cuando triunfó en 1958, y cuando fue técnico en 1970. Franz Beckenbauer capitaneando a Alemania al título de 1974, y cuando fue su técnico en 1990.

Lo que estás intentando está más cerca de Beckenbauer que de Zagallo. Beckenbauer no tenía antecedente al costado de la cancha, ningún pedazo de papel que lo certificara como un entrenador probado y efectivo. En lugar de eso tenía, y tiene, el aura de su status de jugador vivo más grande de su país.

Zagallo era todo lo contrario. Un aplicado zaguero en su época, empapado del ethos del entrenador, intervino cuando la federación de Brasil despidió a João Saldanha semanas antes de la Copa Mundial.

Saldaña era de tu tipo, Diego. Amaba la irreverencia; ridiculizaba los estereotipos de entrenador. Dejaba jugar a los grandes jugadores. Compartía con ellos un amor de limitarse a ser lo mejor que un hombre podría ser.

Nos dijiste que tu mensaje para Messi fue simplemente que nadie nunca le dijo a Maradona donde jugar, por lo que vos no le dirías a Messi donde jugar, tampoco.

Interesante, porque pensábamos que podría haber fricción entre el hombre que ha sido el jugador argentino más mágico y el único hombre desde esa época que podría desafiar esa designación.

Si esa es otra equivocación, es momento de hacer mea culpa, y en serio.

1 comentario:

Martin dijo...

Para que te sientas leida:

Muy buen aporte Viviana!
Larga vida a Diego Armando Maradona y al fútbol vivido como lo que es: pasión y diversión.

Un beso.

Martin.-