viernes, 25 de marzo de 2011

35 años

El título del posteo no es de una originalidad avasallante, ni siquiera es original, vamos. Pero es lo que menos importa. Ayer se cumplieron 35 años del golpe de Estado de 1976 y seis desde que el 24 de marzo se institucionalizara como feriado nacional.

Muchas cosas han ocurrido desde ese momento hasta hoy, tiempo más que nada. Minutos, segundo, instantes de una duración eterna y eternidades que al final no resultaron ser tales. En el 2006 fui a la Marcha para ver qué pasaba con ese nuevo feriado tan polémico y tan resistido por algunas fracciones de nuestra sociedad que aducían que se convertiría en otro medio para engrosar los bolsillos de los hoteleros locales (que por otro lado no es mentira, Mar del Plata está repleta de gente este fin de semana largo).

Fui con algunas personas que hoy ni siquiera sé dónde están ni por qué dejaron de pensar lo que pensaban en ese momento. O quizá en ese momento pensaban lo mismo que ahora pero yo no me daba cuenta porque eran mis amigos y la política todavía no era un tema de discusión importante, hijos como somos de una escuela neoliberal y nefasta que nos educó en la década del noventa bajo la premisa del individualismo como única salida.

Ayer, con treinta y un años a cuestas, fui sola. Siempre es inconveniente en esas grandes congregaciones tener que excusarnos por semejante pecado. Pero como dice el dicho, mejor solo... etc. Por ser un aniversario redondo imaginé que mucha gente se convocaría, pero no imaginé que TANTA gente lo hiciera. No sé si tuvo que ver con el número, con la temperatura agradable, con el viento de cola de nuestra economía, con el fin de semana de cuatro días o con una extraña sicigia. Lo cierto es que ahí estuvo ese mar de gente, portando banderas o a sus niños pequeños sobre los hombros.

A las cinco de la tarde en Independencia y Luro todas las columnas de la izquierda se habían reunido y montado un pequeño acto individual para recordar a Mariano Ferreyra y a Julio López y hacer algunas pintadas preguntándole a Cristina por él y por los asesinos de Mariano.

Dos cuadras más adelante, frente al monumento al Gral. San Martín estaban las columnas del "oficialismo" y el resto de los independientes que disfrutaban de los artistas que se rotaban en el escenario instalado en la manzana donde está la calesita. El monumento lucía una bandera blanca, vertical, con la sigla de H.I.J.O.S y rodeando toda la base decenas de cables que hacían ondear las fotos de los desaparecidos. Esas fotos en blanco y negro, de jóvenes que ya son más jóvenes que yo. Cualidad inquietante que tienen los muertos aunque descansen en paz.

Me mezclé entre la gente, sin buscar a nadie en particular. Escuchando fragmentos de conversaciones, eludiendo a los niñitos que corrían entre la gente con esa alegría eléctrica que sólo se puede lograr a los seis años, sintiendo en el estómago las reverberaciones de los bombos y redoblantes de los chicos de Descamisados que como el día anterior en el acto en la Universidad hicieron alarde de una resistencia envidiable.

Los recordé, casi en ese mismo lugar, la noche del 27 de octubre, que a pesar de las lágrimas y el dolor, no les impidió ser los más bulliciosos. También quizá pensé que a su edad yo no supe lidiar con diciembre de 2001...

La marcha empezó alrededor de las seis y media (cosa que se puede discutir porque no llevé reloj). Con el correr de las cuadras la gente en las veredas se iba sumando y los que estaban en los balcones muchas veces acompañaron los cantitos coreados. Bengalas azules tiñeron el cielo junto con otro tipo de pirotecnia menos vistosa y más ruidosa.

Me encontré con un compañero de la facultad que llevaba a su hijito de cuatro años en los hombros, junto con su esposa. "Él no quería venir" me dijo por su hijo, "pero hay cosas que no se negocian y yo creo que hay que estar acá y él tiene que estar también".

El recorrido culminó dónde había comenzado. La tarde dejaba paso a la noche y al frío, pero la gente era una marea avanzando por Mitre y por Yrigoyen (las columnas de la izquierda no quisieron mezclarse con el resto y tomaron por ahí). Nadie tuvo la intención de desconcentrar de inmediato.

Aproveché la penumbra para convertirme en invisible y poder escribir mentalmente algunos recuerdos. Me senté en el césped junto al monumento de la Base Naval. Al rato llegó una chica que con destreza manejando una lata de aerosol rojo dejó su mensaje para De Marchi sobre las anclas de la fuerza.

Reconocí a muchos que se movían debajo de los reflectores, bajo la mirada metálica de San Martín. Se abrazaban, se saludaban, quizá reencontrándose con amigos de hacía mucho tiempo, quizá sólo necesitando demostrar esa alegría que reinaba en todas las caras, ese alivio de saber que 35 años son pocos para la historia pero muchísimos para una vida humana, muchísimos para arrastrar un dolor.

Un contacto en Facebook (que se dedica a la docencia) posteó ayer un comentario desalentador que tenía que ver con la falta de conexión entre la juventud y nuestro pasado. Es cierto que esa generación está más lejos que la nuestra, por lo menos en el tiempo, de los años de plomo. Pero nosotros también estuvimos lejos en nuestra adolescencia y casi nadie hizo nada por achicar la brecha. Después de ayer, yo diría que ellos están lejos en términos temporales, pero mucho más cerca emocional y políticamente de lo que nunca lo estuvimos nosotros.

Y eso, para mí, es una buena noticia.

4 comentarios:

Marcelazo dijo...

Bien Némsis, buen reingreso a la blogósfera.

Ud., como Gardel, escribe cada vez mejor. Esta vez las palabras, además, sacuden como sentimientos. No se si fue un efecto buscado, pero así salió.

Y las generaciones: cada una hace lo que puede con lo que recibe de las anteriores. No le quepa duda...

Némesis dijo...

Me causa gracia. Esta tarde mientras luchaba con las palabras, porque si tal efecto existe es deliberado, charlaba con un amigo sobre lo mal que estoy escribiendo últimamente.

Susanita dijo...

en comentarios como estos no se si decir que algo es bueno o malo, llega o no. A mi me emocionó, igual que me emociono cuando a la tarde llame a mi hija y estaba en la marcha en Rosario.
Me parece que nuestros chicos ( nos cabe algo de responsabilidad) estan mas cerca de estas cuestiones que nosostros mismos a su edad.
Yo estoy muy orgullosa de nuestros jovenes.

Guillermo dijo...

Estimada:
Como le vengo diciendo más o menos desde 2003/2004 Vd. no se tiene fe -como diría mi vieja- pero, nuevamente, me pone en la, para Vd., indeseable posición de decirle que escribe y piensa MUCHÍSIMO MEJOR que hace 7 u 8 años: y este artículo es una prueba fehaciente de ello.
Espero que la influencia de algunos dinosaurios -a los que Vd. nos ha honrado con su amistad- se haga carne en su persona y empiece, por fin, a TENERSE FE.
Ánimo, Coraje y Honor no le faltan.